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El Mundo de la Ilusión

Nacemos, vivimos y morimos en el mundo de la ilusión, nuestra realidad está limitada por lo que podemos percibir a través de nuestros cinco sentidos; somos lo que vemos, escuchamos, creemos y sentimos.

 

Equivocadamente nos hemos identificado con la forma y nos hemos olvidado de la esencia. Le negamos el crédito a lo que no conocemos y aun más, a lo que no podemos explicar desde la razón y la ciencia.

 

La ciencia de los hombres se ha convertido en un falso sensor, que dictamina lo que es real y lo que no es, que condiciona lo que podemos creer y lo que debemos desechar.

 

Estamos engañados con respecto a nuestra realidad. Hemos limitado la experiencia de nuestro ser al plano físico, siendo esto sólo una ínfima parte de nuestra verdadera identidad.

 

Hemos decidido manifestarnos en forma física en la Tierra; movilizamos un cuerpo que se comporta como una armadura pasajera, que con la muerte se volverá polvo y se integrará al plano mineral de donde como materia, ciertamente, proviene.

 

Los bienes materiales, las propiedades, las riquezas, los títulos y otros falsos tesoros, también son pasajeros; se quedaran en la Tierra y ni siquiera el recuerdo de ellos sobrevivirá.

 

Así que somos espíritus encarcelados en una materia, tenemos un cuerpo pero no somos el cuerpo; tenemos un nombre, una familia, una profesión, unos bienes, una historia, pero no somos nada de eso. Lo necesitamos para tener experiencias humanas, para aprender y evolucionar, pero todo eso algún día quedara atrás como ya ha pasado antes en las múltiples existencias corporales que ha experimentado nuestro espíritu en este y otros planos.

 

Somos viajeros en el mundo de la ilusión, en la Tierra sólo estamos de paso, pero el encantamiento del plano nos ha hechizado, nos ha seducido con su artificial brillo y nos ha enredado en el placer, el orgullo, la envidia y la codicia. La faz y sus incontables tentáculos nos has sedado para mantener el control de nuestra vida y robarnos el sueño de la evolución.

 

Hemos perdido el rumbo de nuestro viaje y nos hemos perdido a nosotros mismos. Olvidarnos de lo que somos, es extraviarnos y hay que reencontrarnos para expandir la conciencia de nuestro ser y entender que somos viajeros con un propósito superior al que la falsa ilusión de nuestro mundo físico puede mostrarnos.

 

Si tan sólo fuéramos capaces de abrir nuestras mentalidad, de quitar los velos que cubren nuestra conciencia superior, de romper las cadenas que nos mantienen prisioneros, de despertar del sueño profundo donde hemos estado sumergidos por tanto tiempo, entonces todo sería diferente; entenderíamos que la materia no es un fin, sino un medio, que detrás de los apegos sólo hay miedo, que el amor nos hace libres, que en el servir se vivencia el amor, que con la libertad se conquistan planos más elevados, que solamente la Luz importa, que el Creador se manifiesta en Luz, que nosotros somos partículas de esa misma Luz, que en el infinito está nuestro hogar, que la ilusión podrá confundirnos, pero jamás logrará desconectarnos de lo que somos para siempre.