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Cruzados
Cada vez que venimos a trasegar al terrestre nuestro espíritu toma materia que es una cruz irradiada por los siete astros de la Creación; basta extender nuestros brazos hacia los lados para darnos cuenta que nuestro cuerpo tiene forma de cruz. Nuestro espíritu está cruzado, está prisionero en una materia que debe trasegar en el Plano Terrenal para tener aquellas experiencias humanas que le darán su evolución. Por eso se llama cruzada a cada existencia en estado humano de un Espíritu en la Tierra.
También se dice cruzada porque se lleva una cruz a cuestas, una cruz que representa la prueba a satisfacer, la dificultad a vencer, la lección a aprender, la deuda a cancelar. Nuestra cruz puede ser la pobreza material o mental, un problema de salud que consume la materia, una falta de afecto que genera inestabilidad emocional y daña la autoestima.
Cada uno sabe cuál es su cruz, una cruz que es pesada o apenas soportable, que está dada para ser llevada como una carga de sufrimiento sin remedio o que de pronto comprendemos que se trata de una prueba de valentía y tesón, tras cuyo cumplimiento se produce el triunfo o la felicidad. Es, en todo caso, una cruz que se debe aceptar como propia y justa, por cuanto fue elegida por nuestro mismo Espíritu, antes de tomar materia o nacer. Pues, generalmente, al comparar nuestra cruz con la del otro, solemos pensar que la nuestra fue impuesta contra toda capacidad de aguante o valor, mientras que la de aquel hermano resulta más liviana o llevadera. Así, caemos en el error de adjudicarle el peso y filo de nuestra cruz existencial a la crueldad de un tirano que nunca admitió nuestro derecho a la felicidad, pues, esa cruz la hemos tomado del terreno donde nosotros mismos, en otras encarnaciones, la hemos cultivado mediante cada acto de amor o de egoísmo, de humildad o de orgullo, de justicia o de abuso, de perdón o de venganza.
La cruz de la ruina la construimos cuando arruinamos a otros, cuando saqueamos, cuando tomamos y ambicionamos lo que no era nuestro; la cruz de la enfermedad tal vez la hicimos cuando maltratamos las materias de nuestros hermanos, cuando los torturamos, cuando hicimos experimentos con sus cuerpos y traficamos con sus órganos; la cruz de la soledad y la desesperanza, tal vez la construimos cuando en el ayer coartamos las libertades de los otros, cuando con soberbia hundimos a pueblos enteros en la miseria.
Es una cruz que cada uno de nosotros debe cargar, porque nadie, absolutamente nadie, puede cargarla por tí, por que tal vez seamos ayudados o ayudemos a otros a cargar la suya, pero será cada uno de nosotros quien tendrá que llevarla hasta el final del camino, quien tendrá que rendir cuentas al Creador de aquella travesía experimentada con una cruz a cuestas.
Será solo el coraje del espíritu el que determinará que dicha tarea resulte más dura o menos dura; coraje que se obtiene en la medida de la evolución, cuando se van encontrando las respuestas y empiezas a aceptar los errores y desaciertos de tu pasado, para transformar tu presente y construir la nueva cruz que cargarás en la próxima cruzada, asegurándote de que ésta vez sea más liviana.