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Delta Espiritual

 

Desde tiempos ancestrales el hombre primitivo inició una búsqueda cuyo objetivo era encontrar las respuestas del porqué de los fenómenos que ocurrían a su alrededor, una necesidad permanente de explicar y explicarse a sí mismo los hechos que no podía entender: la lluvia y el trueno, los vientos, los cantos de los pájaros, el fuego, el rugir de las aguas, la luz de las estrellas. Fenómenos que con el tiempo fueron tomando nombres propios, hasta convertirlos en dioses, en entidades merecedoras de toda clase de ritos y homenajes, seres sobrenaturales a los que les era adjudicado el total poder sobre el Universo y sobre los hombres.

La pregunta del porqué de la existencia humana, también jugaba parte esencial del cuestionario que inquietaban las mentes de aquellos hombres que observaban el firmamento, como si el cielo les fuera develando, uno a uno, los grandes misterios que escondía. Un deseo profundo de entender el porqué se hallaban aquí, de dónde venían y qué sucedía después de la muerte, por qué el sufrimiento, por qué la enfermedad. Una a una la preguntas fueron haciéndose y cada cultura fue construyendo las respuestas a su manera, bajo sus propios intereses y desde su propia óptica de la vida.

Surgieron entonces las religiones como aquel conjunto de doctrinas y creencias que fueron caracterizando a los pueblos, hasta llegar a ser parte integrante de su cultura. Lo que sucedió después, es que algunos hombres quisieron el poder, vieron en la religión el mecanismo mediante el cual podían ejercer dominio sobre los pueblos, y las religiones fueron disfrazando su esencia inicial, comenzaron a remplazar el conocimiento de Dios por la satisfacción de los deseos de poder y de riqueza. Así, desdibujado por completo el sentido de la fe pura y sincera, las religiones se degeneraron en sectas, y aquellas sectorizaciones de una verdad fundamental, de un todo, verdades parciales, disfrazadas, sumidas en el fanatismo, asumieron su propio credo, se produjo el hermetismo envolvente, se dio la espalda a las leyes universales y al sentido de la evolución que debía primar en sus vidas. Comenzaron a cometer crímenes en nombre de su fe, actos de terror y barbarie en nombre de un Dios que realmente no conocían, que negaban cada vez que la maldad y la ambición se apoderaban de sus corazones.

Dios a través de sus mensajeros nos ha dicho que no hay secta mala, los malos son los que la dirigen, por eso Dios está presente en todas las sectas y religiones. De ahí que es necesario aceptar las diferencias, aceptar la pluralidad, admitir que en este basto universo las diferencias de pensamientos son naturales, y cerrar las puertas al fanatismo. Dios creo a todos los espíritus iguales, es la evolución que van adquiriendo en el trasegar lo que crea las diferencias y, por tanto, es normal que de acuerdo a esa evolución nuestro espíritu busque refugio en aquellos circuitos espirituales con diferentes grados de avance, situados en diferentes peldaños de la escala universal del conocimiento de Dios, pero, al fin y al cabo, la ruta que conduce a nuestro Creador.

La naturaleza misma nos enseña algo grandioso: miremos por un momento el paisaje con sus quebradas, arroyos y ríos buscando el mar; los caudalosos y los tímidos, aquellos que van directos y otros que encuentran miles de obstáculos en su camino, los largos, los cortos, los cristalinos, los turbios, todos algún día han de llegar al mar… El tiempo es el que hace la diferencia. Lo mismo ocurre con los espíritus, todos buscan a Dios, esa luz que los alimente y los llene, esa luz que los regocije y los llene de esperanza y amor, pero todos los espíritus según su evolución van tomando los caminos, van eligiendo el sendero que quieren trasegar y la forma como quieren hacerlo, y a pesar de que sean los caminos más largos y dificultosos, todos, algún día, llegarán a la fuente universal de la sabiduría y la gloria, aquel mar divino donde todos los ríos espirituales se unen, donde la magnificencia y la magia de la Creación se manifiesta en todo su esplendor.

 

Reconocer que todo el Universo está bañado por Dios, que todos somos parte de Él, que todos llevamos una partícula divina en nuestro corazón y que todos, a pesar de los errores y desaciertos, a pesar de la confusión y el engaño, todos, algún día, retornaremos al Creador, todos algún día ocuparemos aquel espacio que desde el principio de los tiempos ha sido nuestro, aquel espacio en el infinito que nos ha sido guardado y que espera de manera calurosa ser ocupado por cada uno de los espíritus que hoy trasegan en la tierra, buscando respuestas, buscando caminos y senderos, buscando quebradas, arroyos y ríos que los conduzcan al placido mar de donde un día surgieron como gotas cristalinas, como chispas radiantes de luz.