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Nuestra Identidad Divina
Desde tiempos ancestrales el hombre inclinó su mirada al cielo buscando la fuerza para trasegar. Escudriñamos el firmamento en busca de estrellas con poderes mágicos, concedíamos a la naturaleza atributos especiales y nombrábamos dioses a toda fuerza que no sabíamos explicar o controlar. Hoy, todavía, buscamos en las religiones y/o sectas un motivo para vivir, un pase para ganarnos la salvación, una fuente que nos haga más sabios, una plataforma que nos aleje del umbral del dolor; olvidamos que el viaje ya no es hacia afuera, es hacia adentro. Es en el interior de nuestro ser donde es posible encontrar todas las repuestas. En la sintonía perfecta con nuestro espíritu, chispa de luz divina, desciframos lo que somos, nuestro origen y destino. Somos parte del Todo y el Todo está en todos, el drama de la separación debe ser destruido para darle paso a la unidad, el Ego debe ser derribado para que el Yo Superior pueda develarse como la máxima expresión de nuestro Ser.
Se hace urgente desilusionarnos, romper con la ilusión de que yo soy sólo este cuerpo físico, pues lo que creemos que somos es sólo una ínfima parte de lo que somos en realidad; es urgente saber que si estamos vivos debe ser para cumplir un destino mucho más glorioso y trascendental que realizar funciones biológicas, atesorar riquezas o coleccionar títulos terrestres.
En la búsqueda de la realización espiritual, entenderemos que todo es pasajero, sólo lo que hagas por tu espíritu trasciende, lo demás se diluirá con el resto de las miserias humanas. El cuerpo es usado un tiempo en el planeta para develar quienes somos, para tener experiencias humanas, para ajustar las deudas pendientes de nuestro pasado, para aprender de las lecciones de cada tropiezo; por tanto, el cuerpo es prestado, el Espíritu usa el cuerpo como el cuerpo usa el vestido que cubre su desnudez, a la final será remplazado, para darle paso a una nueva experiencia necesaria para el Espíritu viajero, que de plano en plano, anhela el retorno a su origen.
En el recorrido por el Paraíso Terrenal entenderás que nadie hará la tarea por ti, nadie asumirá tu Karma, como tampoco nadie se apropiará de tus galardones. La evolución como trofeo de tu viaje no podrás comprarla en los anaqueles del espacio, sólo podrás conquistarla cuando el orgullo y la vanidad cedan ante el esfuerzo, el servicio y el amor; aprenderás que tu equipaje, mientras más liviano sea, más te permitirá avanzar; que la fe es el bastón que te sostiene cuando caminas por las arenas movedizas de la angustia y las tragedias terrenales; aprenderás que tus hermanos, en todas las razas y nacionalidades, culturas y religiones, son importantes porque son un reflejo de tus propias debilidades, que el sufrimiento es tu cosecha, que quien juzga es ignorante, que los apegos son miedos y que los miedos te encadenan; que para hablar con el Creador basta acallar lo sentidos y mirar hacia adentro, sólo así aprenderás a sacar desde el corazón los recursos más genuinos, gratuitos e infinitos del espíritu que nos permiten acercarnos más a la expresión consciente de nuestra divinidad.